La casa en el bosque
Para realizar este artículo recopilamos lo que pensaban los arquitectos a la hora de realizar tan magnífica obra.
SITIO: La casa está ubicada en Valle de Bravo, Estado de México, México (19° 11' 33"N; 100° 07' 50"O), con un clima que tiene oscilaciones térmicas de 33°C a -2°C. La trama se enfrenta a Lago Avándaro y a la zona de bosque protegido de Cerro Gordo, rica en pinos y robles.
PROGRAMA: Sala, comedor, cocina y habitación multipropósito, 2 dormitorios, mirador y piscina.
CONCEPTO: Para el concepto de este proyecto, nos preguntamos si éramos o no capaces de construir una casa que respete al máximo la naturaleza y establezca una conexión con el entorno del edificio (sin hablar de la energía, la sostenibilidad y la ecología), y que a través de su impacto y la experiencia pudiera generar en el visitante el mismo respeto por el mundo natural. Para ello, hemos aprovechado la pendiente del terreno con el fin de crear las conexiones visuales a diferentes alturas con la vegetación existente y más allá del paisaje.
El sitio es un terreno magnífico que cubre 3.500m2 con una flora rica y variada, árboles muy altos, y una vista hacia las capas de colinas del Valle de Bravo (un pueblo 150km al sur-oeste de la ciudad de México). El clima es frío en invierno (-2°C) mientras que las temperaturas de verano pueden alcanzar los 33ºC y recibe fuertes lluvias diarias entre junio y octubre.
La casa ocupa una saliente natural de la ladera, enfrenta la vista sur y da la espalda a los vientos que vienen desde el norte. El suelo se desvanece bajo el piso, haciendo hincapié en la pendiente del terreno y dramatizando así el emplazamiento en el sitio. La casa evoca la sensación de estar flotando sobre el jardín, lo que acentúa la sensación de contacto con la naturaleza.
Dos pabellones, desiguales en tamaño, se encuentran frente de la zona de la piscina. El primera y más grande contiene el estar y los espacios de comedor, cocina y un estudio de trabajo. La segunda: dos dormitorios. Cada pabellón se colocó cuidadosamente en el lugar, incorporando en el programa todos los árboles existentes y frente a las vistas más importantes. La casa está muy arraigada en el paisaje existente.
Al llegar, el visitante se encuentra con varias experiencias: la pendiente, la flora, la casa, el espejo de agua. Los visitantes son recibidos al amparo de una caja de acero, entrando por una pequeña puerta que conduce a la sala de estar, poniendo así de relieve el contraste entre el carácter cerrado de la entrada y la completa apertura de los espacios de vida y el propio valle.
La continuidad entre el paisaje y el edificio se destaca mediante un sistema acristalado estructural de ventanas, más allá de las distinciones convencionales entre el interior y exterior. Como resultado, todos los espacios están en contacto directo e íntimo con la naturaleza. El juego de luces y sombras sobre estas ventanas se hace eco de las sombras abstractas de los árboles fundidos a través de los patios del convento en el Desierto de los Leones, ubicado cerca de la ciudad de México.
El revestimiento de la casa se adapta progresivamente con el fin de calzar en el contexto de la ciudad. Una chapa de arcilla artesanal se ha desarrollado especialmente para el proyecto, similar en textura a las casas tradicionales que se observan en la zona. Su reacción ante el clima hace que el material cambie constantemente en respuesta a los diferentes niveles de humedad.
La casa se terminó con mano de obra y materiales mexicanos. Aparte de la chapa de la arcilla, la casa es una estructura de acero con un sistema de ventanas deslizantes, revestida interiormente por madera local y piedra. Se asienta sobre una base de bloques de concreto con una losa de piso bien aislada para evitar el calor que irradia desde abajo. La estructura del edificio se relaciona más estrechamente a las actividades vernaculares que a procedimientos habituales, la idea de un espacio cerrado escondido con una cáscara exterior cuidadosamente montada.